lunes, 5 de marzo de 2012

Christian Espinoza. Un testimonio de lector de la modernidad avasallante en Adolph

Un testimonio de lector de la modernidad avasallante en Adolph

Christian Espinoza

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Es la primera vez que me siento tentado a no seguir los parámetros formales de las formas académicas de una conferencia, dado que quizá siento que debo ir más allá de la formulación de conceptos. Quiero fijar la modernidad por el lado del saber, es decir como lo afirmaba el grupo modernidad /colonialidad de pensadores latinoamericanos, la modernidad implica la imposición de un saber (que era eurocéntrico desde las épocas del colonialismo) sobre los otros y ello conlleva a una forma de dominio que se naturaliza y se vuelve parte de la norma. Esto siempre pasa con la tecnología en el sentido que hay algo que se ha naturalizado tanto que la relación con ese objeto tecnológico se vuelve parte de la forma de convivencia y el salir de la forma de vida con respecto a ella parece anormal. En los narradores de José B. Adolph esta posición se encuentra frecuentemente como en los cuentos de Hasta que la muerte de 1971. Yo pondría como un ejemplo al uso del metropolitano en Lima. Quizá esa forma de transporte se haya naturalizado tanto que no tomamos conciencia que genere un inmenso caos y atoro vehicular debido al inmenso espacio que le quita al resto del transporte. Aunque la solución sea eliminar el metropolitano porque reduce los espacios públicos, ello debido a la naturalización que implica el uso de la tecnología sería visto como una locura.

Por otra parte quisiera tomar en cuenta que el capitalismo necesita instaurar formas de consumo que aseguren la productividad controlada para vender una cierta imagen de desarrollo y que para ello necesita enganchar en nuestros cuerpos a través de discursos que no apelan a la racionalidad sino a todo lo contrario, utilizando sin embargo una apariencia racional en el uso de los mismos. Las propagandas del uso de medicamentos genéricos para enfermedades curables son los mismos en la televisión serían un ejemplo de ello. En el fondo no los necesitamos pero igual hay que comprarlos porque aseguran y nos proporcionan seguridad. Quiere decir que hoy día que la medicina también instaura en los cuerpos nuevas formas de reproducir los espacios de tiempo de vida, debido a que al prolongar la vida misma y el nivel de esperanza de vida instauran la necesidad de pagar un sentido por la existencia hasta etapas en donde no habíamos pensado. Con ello no quiero formular que vivir más años sea un lastre que hay que obviar sino que es un problema que hay que afrontar en la cuestión de pagarle a la vida con un sentido personal que haga consistente la vida hasta esos años cuando antes no se la había pensado. Un ejemplo de ello sería el texto de Adolph “La muerte moderna” en donde el personaje piensa en cómo será su existencia después de salir de una operación para la cual consideraba que no saldría vivo: “avisarle decirle aquí estoy en un lecho, con miríadas de seres que revolotean en mi tratando de coger la vida y detener el desgajarse de los tejidos”.

¿Cómo inventar un lenguaje para contar esa vida en donde no se ha pensado que sería vida? ¿Cómo enfrentarse al decir de algo que el narrador considera la nada y que sin embargo se ve atravesado por la necesidad de no querer estar con los otros y necesitar de ellos al mismo tiempo?

Son las contradicciones que marcan el lenguaje las que de alguna manera les prolongan la vida en tanto que el narrador al responder por ellas pagará un sentido que no venía en la cuenta. Morir por el contrario según el narrador de Adolph de “La muerte moderna” es irse con la cuenta cobrándola sin que se la paguen dado que el mundo ya no le responde y la capacidad de hablar en él y por él está definitivamente suspendida y terminada.

La modernidad avasallante en Adolph seria esa experiencia en donde la tecnología se ha acoplado tanto a la vida del ser humano que el desarrollo es impensable sin un devenir de los objetos que esa ideología tecnológica ha pensado y en donde el sentido humano de la voz individual en tanto que aporta sentido importa menos que el sistema que sostiene a la evolución de los aparatos tecnológicos. Es la supremacía y creencia absoluta del desarrollo basada en la superioridad colectiva de un sistema de maquinas en desmedro de la palabra, de la voz subjetiva. Es la idea de necesitar estar más conectado en internet por encontrarse más desconectado del mundo donde se cumple la paradoja histérica y narcisista de no querer estar con los otros pero verse necesitado de ellos, aunque ello implique una lucha hasta el punto de la muerte con tal de no reconocerlo.

La crisis de la falta de subjetividad se encuentra en la literatura tal vez como el destino que siempre estará obligado a pasar en Adolph. Gracias a este encuentro se puede decir que el dominio de una modernidad avasallante encuentra la crisis y emerge el sujeto que es lo que es considerado como el resto de una cadena de consumo en tanto que se vuelve mercancía. Son gracias a los restos inconformes con esa adecuación tecnológica que existirá una humanidad no como idea sino como acto, resultado de la paradoja de no querer reconocer al otro pero haberlo necesitado.