lunes, 5 de marzo de 2012

Alejandro Neyra. H.P. Lovecraft : un hombre perdido en el tiempo

H.P. Lovecraft : un hombre perdido en el tiempo

Alejandro Neyra


Advertencia y entremés

Comenzaré con una advertencia y un breve entremés sobre el porqué estoy aquí hablando de Lovecraft, un hombre que –como yo y probablemente la mayoría, si no todos los presentes– estuvo (y permanece) perdido en el tiempo.
La advertencia debe resultar en realidad un alivio para todos ustedes. No voy a hablar aquí del tiempo del relato ni de narratología. Tuve mucho cariño por Gérard Genette y su libro Figuras III al llevar Teoría Literaria en la universidad, pero con el paso del tiempo, he aprendido que palabras como diégesis, analepsis, prolepsis, etc. asustan auditorios y hacen pensar a los legos –que son legión– que somos médicos, curanderos o, peor aún, yerbateros (Juanes dixit). De modo que seguiremos más bien la enseñanza de un verdadero genio científico como Stephen Hawking, quien por lo demás dedica su tiempo a estudiar el origen del tiempo (o del universo, que para los efectos es lo mismo), quien se dio cuenta que si seguía escribiendo como físico no ayudaría a que la gente entienda cosas que marcan nuestra vida aunque pocas veces pensemos en ellas. Volveré luego con Hawking y su historia del tiempo en esta multidisciplinaria lectura.
El entremés es la historia de por qué me decidí a escribir sobre el tiempo en Lovecraft. Lo primero que debo decir es que fue totalmente casual, una coincidencia. Elton Honores, a quien agradezco como siempre mucho por dar cabida a un informal de la literatura como yo, me preguntó si tendría interés en explorar alguien clásico como Poe o Lovecraft. Y resulta que unos días antes me había sucedido algo realmente singular. Soy un amante del cine casi tanto como de la literatura. Como saben quienes gustan del cine aquí, la única forma de ver buen cine en el Perú es en tu combo (TV + DVD casero) con películas compradas en alguno de los puestos de Polvos Azules (cherry: Yandel, Pasaje 15, tienda 1 Sótano del CC Polvos Azules). Más allá que me guste el cine, soy un amante (y algo conocedor) del cine silente, particularmente del europeo, y más específicamente del expresionismo alemán. Pero en general, pues, del cine mudo. Y gran sorpresa para mí resultó ver en el catálogo de películas mudas (sí, hay uno) The call of Cthulhu (An all new silent movie in Mythoscope). Casi sin pensar la puse en mi lista de 10 DVDs (10 porque por 10 te dan uno de yapa) y la llevé a casa. Uno de esos domingos fantásticos (por lo fantásticamente aburridos) en los que la molicie llena mi departamento decidí poner esta película esperando encontrarme con una versión de los años 20 o 30 –recordemos que el relato de Lovecraft es de 1926. Pero no fue así. Y aquí es donde empieza realmente la función.
Se trata de una película filmada con la técnica del cine mudo, dirigida por Andrew Leman y rodada el año 2005_ Y es maravillosa. Al principio podría pasarles lo que a mí, que pensé que era una versión digitalizada, pues la calidad de imagen es muy buena para ser una película de los años 20. La estupidez me duró unos cuantos minutos hasta que decidí parar el DVD y ahora sí, ver la caja del film, con lo que recién caí en cuenta de esto, que es una película moderna filmada a la usanza del tiempo en que vivió Lovecraft. La idea es interesante. Explorar la historia de Lovecraft como si pensáramos desde su tiempo –es decir desde el tiempo en que él vivió. Y recreáramos su visión de las cosas, del tiempo, de su universo de los “mitos de Cthulhu”. Es decir, la película quería encontrar el tiempo de Lovecraft y hacer una película como las que se hacían en su tiempo (en su tiempo nadie hubiera hecho una película de Lovecraft. Lamentablemente él murió casi desconocido, con publicaciones en revistas menores; era un hombre extraño, casi antisocial, de modo que hubiera resultado complicado que conociera a algún productor de cine. Peor aún, la industria del cine se desarrollaba en Estados Unidos, sí, pero en el lado totalmente opuesto a la costa Este de la que nunca salió, y desarrollando temas que resultaban precursores del estilo edulcorado de Hollywood de hoy, con la excepción de unos años iniciales de los treinta en que se pusieron de moda las películas de esos monstruos clásicos como Dracula, Frankenstein y el Hombre Lobo).
En fin, que la película usa el tiempo de Lovecraft, pero un tiempo que es el de su entorno, mas no el suyo propio. Y explicamos un poco por qué analizando la vida de Lovecraft. Para darles una idea, este es Lovecraft hacia 1934, tres años antes de morir. Su rostro alargado y el peinado cuidadoso probablemente no nos aclara mucho de su noción del tiempo. Parece un antepasado de PPK.

H.P.Lovecraft: un hombre perdido en el tiempo

Howard Philips Lovecraft nació en Providence, Nueva Inglaterra, en 1890 y murió allí mismo en 1937, casi sin haber salido de esa parte de la costa este norteamericana. Es decir que vivió –y sobre todo produjo su extensa obra literaria– en el siglo XX. Sin embargo, el siglo XIX alberga parte de su niñez, enfermiza y marcada por la muerte por problemas neurológicos de su padre, lo que lo obligó a cuidarse con una madre posesiva y neurótica, un abuelo fabulador con una gran biblioteca y unas tías desadaptadas (que me imagino como las hermanas de Marge Simpson). Pero más aún, como se lee en su correspondencia, su educación en medio de una familia de aristocrática decadencia, lo hacía añorar el pasado, sintiéndose y comportándose casi como un personaje dieciochesco. Y para los que lo han leído, además, se trata de un hombre que crea historias de horror “cósmico” en el que sus personajes se enfrentan a un pasado mítico ocurrido en los albores de la historia del universo. Entenderán ahora el por qué del título de esta curiosa disertación: Lovecraft es un hombre perdido en el tiempo.

¿Cuál es el tiempo de Lovecraft?

Son muchos, pero es sobre todo el tiempo de un hombre que se siente fuera del tiempo. Un hombre excéntrico en el sentido más profundo de la palabra, un hombre des-centrado, que no se encuentra cómodo en ningún lugar y probablemente tampoco en su tiempo. En términos generales, es un hombre que efectivamente está fuera del tiempo y ve con horror todo aquello que lo rodea. A las pérdidas del padre y del abuelo se suma en 1921 la de la madre, que deprime mucho a Lovecraft. Ella se había convertido en el centro del universo del escritor, la que lo apañaba y “protegía” del mundo exterior.
Es con la muerte de la madre que Lovecraft decide encontrar alguna forma de contacto con el mundo. Ante las pérdidas, encuentra momentáneamente refugio en una mujer (Sonia Greene), con quien se casa y muda a Brooklyn, Nueva York. Eventualmente terminará divorciándose y regresando a vivir con sus tías hasta su muerte.

La llamada de Cthulhu: tiempo mítico y tiempo del relato

Presumo que entre ustedes muchos conocen y han leído La llamada de Cthulhu o incluso seguramente la saga de Mitos de Cthulhu. Este relato fue escrito en 1926 y publicado en 1928. Para ubicarnos en el tiempo, es importante notar que fue escrito en los locos años 20, una época de crecimiento de la economía norteamericana, llena de esperanza y de triunfalismo luego de terminada la Gran Guerra. Es curioso pues esta es la época también de visiones menos optimistas, como las del lujo banal de Fitzgerald en El Gran Gatsby (aunque por lo demás la novela está llena de francachelas) y el caótico desorden citadino de Dos Passos en Manhattan Transfer.
Ahora sí empezaré a hablar sobre el tempo del relato de Cthulhu. Y sin embargo hago aquí la advertencia de que hay también aquí diversos tiempos. La historia empieza en los “actuales” de 1926-1927, cuando ocurre la narración, no muy lejos del tiempo real en que Lovecraft escribió la historia. Sin embargo, los hechos narrados se remontan a diferentes momentos: 1925, 1908, el siglo XIX y también mucho –muchísimo– tiempo atrás, a eones remotos que nos llevan a vigintiliones de años antes de nuestra existencia – tiempo al que volveremos luego cortesía de Stephen Hawking.
Pero vamos a los hechos principales. Estos ocurren en 1925, más precisamente entre marzo y abril de aquel año. E incluso más precisamente, alrededor de una noche del 22 o 23 de marzo. El propio Lovecraft hace un guiño a los cambios en los husos horarios, por lo que en realidad no queda claro el momento exacto en que se da un violento terremoto, que provoca a su vez los sucesos vividos por el marinero noruego Johansen y los sueños vívidos del joven Wilcox, que es con quien empezamos a sumergirnos en este mundo fantástico de Cthulhu.
El 22 de marzo de 1925 es entonces –dentro de La llamada de Cthulhu– la fecha en que ocurren desastres naturales y en que en la misteriosa isla u hogar de R’lyeh, perdida en algún lugar del Pacífico, vuelve a nosotros Cthulhu, ese ser mítico y monstruoso (al menos para nosotros) de consistencia gelatinosa, de color verdoso, mezcla de calamar gigante o pulpo inmenso y dragón mítico. Cthulhu surge entonces en una fecha precisa y nada casual. Porque nada es casual en Lovecraft. Alrededor de ese día en marzo es la fecha del equinoccio (momento en que el día dura igual que la noche), uno de los cuatro momentos clave en el año calendario y que para algunas culturas tiene relación con cambios profundos (primavera en el hemisferio norte y otoño en el nuestro) que se producen en la tierra; y que a su vez genera sensaciones especiales y ofrendas propiciatorias para los dioses en las civilizaciones creyentes.
De modo que Cthulhu aparece en un momento específico importante. Aunque en realidad debemos recordar que no aparece sino que vuelve luego de algún tiempo de estar descansando. Y es que Cthulhu, que parece haber llegado de otro mundo, está oculto en R’lyeh (es una lástima que estemos hablando solo del tiempo, porque en cuestión de espacio podríamos también hacer una investigación sobre el lugar preciso en que podría estar R’lyeh, cerca del polo de inaccesibilidad del Pacífico, el lugar más lejano desde cualquier punto de tierra firme). Pero está allí desde mucho tiempo atrás, eones antes de la existencia del hombre. ¿Eones?
Como ya pueden haberse dado cuenta, Lovecraft es un científico aficionado. Muchas de las cosas que escribe (incluso quizás sus rasgos de aberrante y espantosamente condenable racismo) son guiadas por su espíritu de investigador. Por eso inclusa menciona La rama dorada de Frazer y datos de antropólogo, geólogo y arqueólogo aficionado. Lamentablemente en su tiempo aún estábamos lejos de conocer algo acerca de la edad del universo. Faltaba mucho para que Hawking, Penrose y tantos otros descubrieran en el cosmos (ese de donde viene Cthulhu) pistas que completaran las ideas de Einstein –y nos dieran una fecha aproximada de 13 mil 700 millones de años como el momento en que probablemente ocurriera el Big Bang. De modo que lamentablemente parece que –aunque alongáramos nuestras ideas de tiempo/espacio y nuestra propia concepción del tiempo– Cthulhu no podía provenir de tantos eones antes de 1925 y mucho menos de vigintiliones de años (no he encontrado una traducción al español de este número que es algo así como 10 seguido de 120 ceros, saquen su cuenta).

Última cuestión: ¿Funciona el relato fantástico en pleno siglo XXI?

Hoy, siglo XXI, casi 100 años después de escrito el relato de Lovecraft ¿alguien puede sentirse interesado por este relato en que se habla de tiempos inmemoriales que aparentemente son científicamente imposibles? ¿En monstruos salidos de las profundidades del mar? ¿En intrigas llenas de muertes, posesiones y llamados de lo sobrenatural?
Pueden preguntárselo a Dan Brown y a tantos otros que escriben de secretos cristianos y mayas. Hace poco estuve en Cusco y fui a varias ruinas incas. Tuve la suerte de tener un guía culto y sensible, profesor de teología e historia en la Universidad. Llevaba consigo un cuaderno lleno de fotos de momentos en que en diversas ruinas incas se pueden apreciar momentos del equinoccio y solsticio y me contó historias impresionantes que tienen que ver con arqueoastronomía, el estudio de la evolución de los astros en el cielo (y su posible influencia en los hombres). Su explicación fue seria y rigurosa. Y terminó diciéndome que el “pachacuti” –la vuelta del mundo de arriba-abajo– ocurre cada quinientos años y que eso coincide con el 2012 – también previsto por el calendario maya. No es cuestión de creer o no sino de estar preparados, de modo que ya saben, no se sorprendan si el próximo año, después de tantos eones, no es nuevamente tiempo de Cthulhu de reaparecer.