Fantástico, Fantasy & CF
en el Perú
Febrero (2011)
Iván Bolaños, Hans
Rothgiesser, Pedro Félix Novoa, Mónica Belevan & Alexis Iparraguirre
Iván Bolaños: En este punto
voy a coincidir con un escritor que ya participó en este congreso hace un par
de días, José Donayre. Mencionó el entorno familiar y coincido con ello, pues
es quizás la principal razón por la que escribo. Les voy a contar porqué. Mi
abuelo y luego mi padre, se dedicaron la mayor parte de su vida a la
distribución y exhibición de películas cinematográficas. Lo que hizo que desde
pequeño pasara largas horas frente a las salas de cine, viendo películas de
todos los géneros, de aventuras, de fantasía, ciencia ficción, que dejaron una
huella muy profunda en mí. Recuerdo además que de chico me gustaba estar con mi
abuelo, sentarme a su lado y relatarle cuentos de mi invención. A veces me
ayudaba con preguntas muy oportunas, en momentos en que la inspiración parecía
fallarme, y así lo volví coautor de mis primeras obras literarias. Soy
ingeniero industrial de profesión, pero creo firmemente que una formación
universitaria orientada a la ciencia, a los números, no es impedimento para
contar relatos, contar historias, que es lo que me gusta hacer desde hace ya
varios años. Esa es la principal motivación. Desde muy chico mi imaginación se
disparó con todas estas películas y creo que así nació el bichito por contar
mis propias historias. Sobre las influencias,
son muchas, el cine como ya les adelanté, pero también clásicos
juveniles como Julio Verne, colecciones de aventuras como Bomba, el niño de la
selva o historietas como Tamakún, el vengador errante que salió a fines de los
70’, historieta basada en una novela cubana escrita en los años 40’. Ya más
grande, continué con relatos de Philip K. Dick, con Sueñan los androides con
ovejas eléctricas, que después inspiró la película Blade Runner, Duna de Frank
Herbert, La Taza de oro de John Steinbeck… novela que habla del pirata Henry
Morgan cuando trató de conquistar Panamá… Eso en cuanto a los libros y las
historietas. Pero el cine también influyó fuertemente en mí. Películas como
Star Wars, que me agarró de ocho o nueve años de edad, Furia de titanes, la
original, del año 81, Excalibur del 81, Tron del 82, Blade Runner, ya
mencionada y Duna del 84. Fueron las más emblemáticas, las que más recuerdo,
las que motivaron que me animara a contar historias… Pero también un juego de
rol –lo comenté el año pasado- …un juego de computadora que jugué en el año 84,
por aquella época las pc tenían 64 KB de memoria y para ese juego de rol había
que tener una buena dosis de imaginación por los gráficos tan sencillos,
simples, y que uno pudiera darle valor a toda su dimensión… Fue una experiencia
muy interesante, que me atrapó por el año 85. Creo que con esto he explicado de
alguna manera por qué escribo, por qué me gusta tanto escribir y cuáles son las
motivaciones más importantes para escribir. Gracias. (Aplausos).
Hans Rothgiesser: Muchas
gracias por la invitación a Elton y a la Casa de la Literatura. Con respecto al
porqué uno escribe: A diferencia de lo comentado por José Donayre o Iván, yo no
recibí una influencia de mi familia para dedicarme a la literatura. En mi
familia todos son ingenieros, tienen una orientación menos creativa. Lo que sí
hay son músicos, tocan música criolla, ese tipo de cosas. Pero no mucha
orientación a la escritura o literatura. Estudié Economía y me dediqué a
escribir sobre economía cada vez más. En el 2003 me dediqué a escribir
prácticamente solo sobre economía y en el 2008 agarré un trabajo a medio
tiempo, que pagaba más o menos las cuentas y en el otro medio tiempo, me di el
lujo por año o año y medio a experimentar otras cosas que siempre quise hacer.
En ese medio tiempo me dediqué a escribir. Empecé a escribir fantasía -y no
otro género- básicamente porque en el otro medio tiempo escribía sobre la deprimente
economía, la pobreza. Estaba tratando cosas que ocurrían en el país… Cuando me
senté a escribir, pues me dije no quería escribir sobre el sufrimiento, estaba
saturado de eso. Para escapar de esa realidad escribí fantasía y la primera
novela fue más que todo una travesura, a ver qué pasaba. A mucha gente le gustó, recibí varias
críticas por internet positivas y constructivas… y me animé a escribir otra
novela más cuidada, con una mejor estructura y con personajes más pensados. Le
metí más tiempo y dedicación. Sobre las
influencias que he tenido. Leo lo más
que puedo, leo bastante, me encanta leer.
Empecé leyendo Julio Verne, un montón de cosas. Pero quizás lo que más
influyó en cómo escribo fueron dos autores de fantasía. Uno es Phillip Pullman
que escribió esta novela La brújula dorada, sobre la que estaba basada una
terrible película hecha por alguien que aparentemente lo odia, porque la
versión es terrible. Pero la novela es muy buena, son tres novelas más dos
cuentos largos y todo junto cuenta una historia que es genial, muy buena, me
encanta… La empecé a leer en un momento en el que pensaba que no se podía
escribir nada nuevo original dentro de lo fantástico, como que ya estaba todo
escrito. De repente apareció este escritor loquísimo con estas ideas
geniales. Y otro es Terry Pratchett, que
acá en el Perú no es muy conocido, aunque sus libros sí los venden en todos
lados. Es un autor británico que todavía
está vivo. Antes de que apareciera J. K. Rowling era el autor británico vivo
más leído. Escribe dos libros al año, es una locura y básicamente en cada uno
se burla de algo específico. Odia aparentemente la literatura. Tiene un libro
en el que se burla de Shakespeare, otro en el que se burla de Tolkien, de
Fausto. Y su manera de escribir es muy
buena, tiene perfecto control de los
adjetivos, de los adverbios. Todo está en su lugar y de repente te das cuenta
de que hay cuatro páginas que no tienen que ver nada con la historia original,
porque está rajando de alguien que se puso en su camino… Y definitivamente
tendría que mencionar a los comics. Cuando estaba en la universidad y en los
dos o tres años después de salir de la universidad -básicamente porque tenía
plata para comprármelos- leí un montón de comics. Y cualquiera que lee comics
sabe que hay una eterna discusión, que nació en España, supongo, sobre quién es
mejor escritor de comics: Alan Moore o Neil Gaiman. Si acá hubiera dos personas
que saben de comics uno se para a defender a Gaiman, el otro a Moore… Los dos
escritores son muy buenos y tienen estilos diametralmente opuestos, son muy
imaginativos. El autor que estoy leyendo fanáticamente ahora es George R. R.
Martin. En mi blog he empezado a escribir sobre él porque lo admiro muchísimo,
tiene un estilo narrativo que es terriblemente caótico pero que tiene perfecto
control sobre las cosas que están pasando. Es demasiada información, demasiados
personajes, demasiadas cosas, batallas, pero termina el libro y todo tiene
sentido. Y te quedas tres años pensado “qué capo este tipo”... es una buena
inspiración para querer ser mejor escritor, para tratar de hacer las cosas
mejor. Eso es todo. Muchas gracias (Aplausos).
Pedro Félix Novoa: Primero
quisiera agradecer a Elton Honores y también a la Casa de la literatura que
permite estos espacios de difusión cultural con relación a diferentes géneros y
especies de lo que es la literatura general. Sobre las motivaciones personales
quisiera confesarles que así como Calderón Fajardo, él también escribe realismo
y ficción. Yo también he incurrido en ese pecado. Tengo la necesidad visceral
de arremeter en el realismo –como dice
Joyce- cuando uno a veces se siente como comido y vomitado. Al momento de
sentirte así la realidad se configura y tienes que quedarte de esa manera, pero
cuando te sientes en el mundo de los sueños me atrevo a especular y comienzo a
ficcionalizar. La construcción de personajes se basa como diría Virginia Woolf,
ante la vida, una manera de enfrentarse con ella es el silencio y otra manera
es la literatura. Creo que como Virgina Woolf y otros escritores hemos
decidido en esta trinchera letrada y
desde ahí gritar ciertas frustraciones, y algunos miedos. Esa es la motivación
que he tenido. Mi formación ha sido bastante extraña, casi como para un cuento.
Comencé siendo infante de marina, luego salí de ese oficio y fui profesor y
luego me dedique a escribir y por ahí me di cuenta que la única manera de
publicar libros para una persona de bajos recursos económicos era ganando
concursos (risas). Decía, “nunca voy a poder publicar un libro, voy a tener que
ganar un concurso”. Entonces para ganar un concurso pensé que era relativamente
difícil, pero resultó definitivamente difícil (risas) comencé a tratar de poner
un poco de ganas a esto y resulta que ha pasado el tiempo y por ahí tengo una
biblioteca que sonríe con once ejemplares que de diferentes lugares me han
enviado, de Barcelona, de Chile y también de acá de Perú… Aunque sea curioso
decirlo, no es una perogrullada, pero ganar un concurso en el Perú resulta más
difícil que ganar en el extranjero… en el Perú hay escritores muy cuidadosos,
con una pluma bien pulida y enfrentarse con estos grandes escritores resulta
muy duro. Acá en el Perú hay pocos concursos, he tenido la suerte de ganar el
premio de novela de Horacio, el jurado fue Miguel Gutiérrez, un profesor
extremadamente exigente y me aventuré con una novela que era un guiño y una
celebración a toda la literatura norteamericana y también a la de Cervantes.
Por ahí tuve que comenzar, decía cómo voy a pagar un libro, cuesta tres mil, 5
mil soles para publicarlo, que alguien te mencione, te comente, quién ¿no?…
resulta que uno comienza a escribir. A mis alumnos les digo, en España hay 2500
concursos, acá hay unos 10 u 11. No es poca cosa porque a pesar de la crisis en
España, te suelen reconocer, te publican, te mandan ejemplares si en caso
ganas. Y esa es mi experiencia. El día de ayer ha venido el editor de Chile,
Luis Saavedra –director de la revista Fobos- , conversamos un poquito, ese el
lado amable… Me decía: a ti no te ha pasado el hecho de que tú que eres una
persona que escribe resulta que eres un lector completamente diferente. Es
verdad, uno quiere robar algo. “Quiero robarle la técnica, saber cuál es el
gancho, descubrir su forma”. O sino esa pequeña pretensión de decir yo lo hubiera
escrito diferente, o que ese personaje parece que no está logrado. De esa
manera un poquito clandestina, me aboco en leer a estos escritores. En cuento,
definitivamente a Borges, que creo que es un señor que hay que investigarlo por
sus raíces alienígenas (risas), Cortázar es otro gran maestro del cuento, un
gran escritor. Acá hay un escritor peruano que recomiendo, que ha sido un
poquito lapidado porque un escritor de prestigio suele emitir una opinión de
juicio, o al revés, se han peleado, resulta que este escritor queda clausurado.
Por ejemplo, el caso de López Albújar. El gran y maravilloso escritor Arguedas
dijo que había escrito una distorsión del indio. Entonces Enrique López Albújar queda
clausurado. Sin embargo, tiene buenos cuentos. “Ushanan Jampi” y “El campeón de
la muerte”, que incluso me atrevería a decir incluso mejor que los de
Valdelomar. Otro gran escritor que tiene un saco de peso en el hombro es
Clemente Palma. Es un gran escritor. Recuerdo mucho los Cuentos malévolos. En
“Los canastos” trabaja la sevicia, la maldad deliciosamente. Seguro que ustedes
saben ese conflicto con Vallejo, nada menos, a quien calificó de mamarracho su
obra. Al haber dicho eso Clemente Palma tendrá que seguir luchando. Me parece
que, así que manejan lo que es las preferencias. Otro escritor en cuento es
Isaac Asimov. Lo reverencio, me parece un tipo genial. En España hicieron un
homenaje a Asimov, mandé un cuento tipo policial, a veces él usa esa mezcla de
policial. Otro fue Daniel Salvo. Aparecen tres peruanos en esa antología:
Salvo, Yelina Pulliti. En mi caso hablaba del narcotráfico alienígena. No
quiero dejar pasar a Bradbury, excelente escritor. Cuando alguien dice que la
ciencia ficción y la fantasía están subordinadas, siempre tengo el volumen de
Farenheith 451 para ver si siguen pensando lo mismo. Muchos cambian de idea.
Bradbury tiene una especie de mascarón de proa que utiliza la fantasía y la
ciencia ficción. En drama, hubo un concurso en el Ministerio de Educación y
bajo la influencia de Samuel Becket y Esperando a Godot, Tuve la oportunidad de
salir en primer lugar con un drama de ciencia ficción. Es Muere el color verde,
la gente no tiene agua y tiene que inyectarse catetes de agua para poder llorar
(risas). Es una historia descabellada. Luego quisiera mencionar en novela al
gran maestro William Faulkner, un tipo excepcional que ha hecho un magisterio
de su literatura, para ganar el Nobel. El otro es Louis Ferdinand Celine,
maneja el realismo sucio de una manera importante, Onetti en el Uruguay me ha influenciado
también, Miguel de Cervantes Saavedra. Hay una parte en donde este loco
impresionante que es el Quijote está frente a los molinos de viento y él cree
que está en otra época, tiempo y su forma de hablar es otra, un español del
siglo XII, está loco, no habla como la gente habla sino es español antiguo y
frente a los molinos dice: “No fuyades, viles jayanes”. Esa locura se la puse a
mente de Mauro Mina y es también una novela. Definitivamente, Mario Vargas
Llosa, La ciudad y los perros, novela personal, para mí que he estado en la
marina, es un cosquilleo es el pasado, pero la novela que es una arquitectura,
un malabarismo, es La casa verde. Con
esta me parece que Vargas Llosa había puesto su nombre en el Nobel… me parece
que se demoraron un poco, también quisiera reconocer en poesía, la hermana de
García Lorca, Jurado especial hizo un concurso y tuve la pretensión de mandar
un poema, de ciencia ficción, un pastor de asteroides, con la influencia de
Pessoa, el maestro Vallejo y de Eielson… En el cine, soy una persona que
necesita del cine porque a veces queremos escribir esos saltos, esos cruces,
esa poesía en imágenes que el cine nos brinda como Fellini, a Tarkowski, tengo
que subrayarlo: enmarcarlo y colgarlo ahí, Jodorowsky, específicamente Fando y
Lis, Kurosawa… en fin, esas serían mis influencias (Aplausos).
Alexis Iparraguirre:
Agradezco la acogida de la Casa de la Literatura Peruana para con quienes
escribimos fantasía y ciencia ficción en estar tarde y la generosa invitación
de Elton para este congreso. Empiezo contestando las dos preguntas que nos
encargo absolver Elton con anticipación. La primera sobre la motivación para
escribir. Había preparado un texto para ello, pero, dado que estamos en
confianza y cada quien ha hablado un poco ayudándose de la memoria y de la
nostalgia, me parece fuera de lugar que me refugie en él. Pero también voy a
recurrir a la memoria y a la nostalgia y voy a empezar señalando que por 1980
el Perú era en blanco y negro. Por lo menos es mi recuerdo. Además me acuerdo
de otra cosa: los que tenían televisión a colores en el barrio eran asediados
por quienes no la tenían; los chicos nos moríamos por saber cómo es que se veía
la bandera peruana o el patrón de sintonía a colores en televisión. Esos son
mis recuerdos de los años 80, cuando era niño, y el Perú entonces vivía una
especia de calma chicha, entre una modernidad que no terminaba de
desatarse y un modo de vida tradicional,
antiguo, en el que, antes que sujetos, pertenecimos a nuestras casas, a
nuestras familias: se tenía la costumbre del lonche y los primos nos conocíamos
todos por nombres y apellidos, conocíamos los tíos y tías y a sus respectivos
consortes. Es un Perú que ahora no existe. En esa época, que veo en blanco y
negro, llegaron las películas de ciencia
ficción de las que se ha hablado en esta mesa, las que recuerdo una tras otra,
tras otra. Eran, son, maravillosas. Saber que se podía viajar por el espacio,
cuando los niños de entonces habíamos vivido todo el tiempo en los cien metros
cuadrados de nuestro barrio, era un descubrimiento espectacular. Lo confieso:
yo quise ser director de cine cuando vi La guerra de las galaxias. En realidad,
primero quise ser científico, “Me dije, esto que veo en la película lo invento
mañana”. Evidentemente, no se podía, y luego quise ser director de cine. Mi
padre que es una persona muy realista, cuando le dije, a los 8 o 9 años, que
quería ser director de cine, me replicó: “Hijo, eso no se puede hacer acá, te
vas a morir de hambre mientras construyes tu set, así que has otra cosa”… Por
ello, mi acercamiento a la literatura de fantasía y ciencia ficción también fue
el acercamiento a los libros. Quiero decir que mi principal influencia fueron
los libros que vendían a un sol o a cinco soles en la Avenida Grau o en Jirón Quilca.
Quiero decir que la formación de un escritor en los años 80, si es que algo de
eso tengo, era la de una persona que no encontraba libros con facilidad, que se
encontraba siempre con pocos libros, usados, en mal estado y que, finalmente,
cuando le preguntaban otros “¿Y tú, qué
escribes?, decía, “Bueno, yo escribo
fantasía”. Y me replicaban, “Bueno, pero eso es para niños” (risas). Me
aconsejaban: “Deberías escribir sobre la realidad nacional, deberías escribir
sobre los grandes hombres que han hecho el pasado de nuestro país; caray ¿por
qué escribes fantasía?” “Porque me gusta”, he respondido, consciente de que las
más de las veces ello se entiende por infantil y poco racional, pero ha sido la
respuesta que he dado la mayoría de las veces. Así, la primera influencia
fantástica para un escritor de mi generación -creo-, debería ser La guerra de
las galaxias. Si vivió en el Perú, si la pasó aquí. La segunda, debiera ser la
religión. No existe cosa más fantástica que la Biblia. Si ustedes no recuerdan,
siempre lo remarco, hay una parte del Éxodo, donde Dios está harto de que
Moisés no se decida a obedecerlo de inmediato. Se le mete en la tienda del
campamento y quiere matar al hijo primogénito de Moisés. Entonces, la esposa de Moisés corta el prepucio del niño
recién nacido y se lo ofrece a Dios como si fuese un talismán, y Dios asustado
corre y retrocede al desierto, y se pierde junto a sus ángeles que le
acompañan. Una mujer con un prepucio puede hacer retroceder a Dios (risas). Eso
dice la Biblia, que está llena de esas pequeñas historias maravillosas. Pero
eso sería insuficiente como influjo si lo comparamos, por ejemplo, con la
importancia en nuestras vidas de la religiosidad popular. Pienso en mi tía
abuela que me llevaba a la iglesia de San Francisco para pedirle favores a San
Judas Tadeo, a cambio de promesas de mayor devoción y dinero para su culto. Mi
abuela me advertía entonces de que fueran promesas ciertas porque si los dones
se me concedían y no cumplía las promesas, San Judas Tadeo no solo me los retiraría sino que se cobraría
del engaño duplicando mi necesidad. Por ejemplo, si yo pedía que mi abuelita,
muy viejita, viviera diez años más, y el santo me lo concedía pero sin recibir
el debido tributo, él le quitaba 10 años de vida al papá
de uno o a la mamá de uno. Y mi tía abuela lo creían y mis papás
también. No falta el llamado a lo
fantástico por cualquier lado. Ayer, por poner otro ejemplo, salió un arco
iris, y lo primero que me dijo mi madre, que es de Morropón, de la sierra
norte, fue “No lo mires de frente: es Apu”.
Si no tenemos una inclinación natural hacia lo fantástico en Lima, en el
Perú, no sé dónde podría verla. Pero aún
existen entusiastas de la literatura como fresco de los males nacionales,
orientada a la redacción de la gran novela sobre cómo es el Perú. Tal vez valga
la pena hacerla; pero a mí me interesan más, y son gran influencia en mí,
aquellas novelas que me dicen cosas más generales, por decir, cuáles son las
limitaciones del hombre como especie
frente a la naturaleza. Voy a leer, contra mi promesa, una página de lo que
escribí previamente para este congreso porque me puede ayudar a definir lo que
me interesa de la literatura fantástica y en general de la literatura. Es una
reflexión sobre la novela Ubik, de un autor admirado por muchos de esta mesa,
K. Dick [lee]. “Confieso que una vez supe que se podía hablar con los muertos.
No con médiums. Con máquinas en tanatorios. Las mujeres no dejaban de estar
casadas con los difuntos, que encerrados en sarcófagos de cristal, les seguían
diciendo el presupuesto del diario a sus cónyuges desde el otro mundo”. Ese
es el universo de Ubik, una novela de Phil K. Dick. En ella, no me
extraña que la tecnología consiga que la electricidad de los cerebros de los
hombres siga generando pensamientos después de que sus corazones se aquietan o
sus cuerpos se despedazan en accidentes cósmicos. Más bien, me parece un
imposible en estado puro el impreciso sitio de la muerte que consigue
Dick. Parece un umbral reducido por las máquinas a lo controlable y
predecible, pero es el pozo que contiene a las máquinas, a los personajes, al
lector, y comprobamos nuestro engaño y nuestra ignorancia porque ella depreda
invisible y meticulosamente cualquier explicación sobre cualquier
asunto en Ubik. Ubik es una novela sobre el control tecnológico de la muerte,
una operación de compra y venta para parientes melancólicos. Pero Dick
enuncia la muerte de los semivivos sin explicarla, como los lobos en la noche o
los hombres alados en el desierto de los judíos. Pero, más aún, la hace
evidente a los sentidos, aunque sigue siendo un trasmundo imposible para la
comprensión de los hombres y nunca deja de serlo, incluso para Dick mismo. No
es el drama de velorio o del hospital de los tiempos modernos, donde morir es
algo que siempre le pasa a otros, los que son adecuadamente,
civilizadamente, limpiados, vestidos y empaquetados para que la familia extensa
se vista de duelo el fin de semana. En Ubik, la muerte es algo que
nos pasa a nosotros constantemente y nos está devorando siempre y
metódicamente. Y solo se puede decir que es “algo” porque, como todo lo real
imposible, no tenemos (nunca tendremos) formas de hacerlo nuestro. Nuestros
ancestros se protegían de ello haciendo el gesto contra el mal de ojo, o la
señal de la cruz… Nosotros los emulamos cerrando buenos libros y pensamos en
ellos horas, días, quizás toda la vida. Pero nuestros ancestros
sabían que eso estaba ahí, esperando. Por eso me interesa una literatura
que procese lo imposible real, porque no existe nada parecido en nuestro
mundo para enfrentar los zarpazos que provienen de ese espacio, a menos que se
acepten los tristes consuelos de la religión... Escribí un libro titulado El
inventario de las naves. Le voy a hacer propaganda, porque me dijo Elton que
era uno de los motivos para conversar hoy y solamente voy a decir lo que dice
la contratapa [lee]: Me gusta escribir sobre hechos imposibles, irreductibles,
porque tengo la esperanza de poder evocarlos de la manera en que las gitanas
leen el futuro mirando en la necesidad del curioso que las manos sostienen…
Desde luego, tengo el anhelo que eso sean solo márgenes, la invocación de un
hechicero loco que pide a los lectores que lo amen, como otro que persigue a
gritos a un pueblo en un desierto. Lo imposible está en el centro de las
historias a las que esa contratapa presta boca, como una máquina ingenua que
quiere extraer voces al hocico de la muerte. Lo real es experimentar la
lectura, es leer para saber si el autor miente o por el contrario ha entendido
que, como entiende bien las gitanas, para decir una historia hay que compartir
la ansiedad de quien pregunta por el destino. Cuando eso sucede, cuando la
gitana comparte la ansiedad de quien pregunta, la lectura es realmente el
futuro. Entonces la literatura es más y mejor guía. Muchas gracias (Aplausos).
Mónica Belevan: […]
Elton Honores: Vamos a pasar
a la segunda parte. Voy a ser algo malévolo con ustedes. La segunda parte tenía
que ver con cómo entendían ustedes el fenómeno de lo fantástico o la ciencia
ficción pero quisiera agregar una vieja pregunta… la idea del escritor y el
compromiso con la realidad social, política, histórica. Es una pregunta algo
perversa…
Mónica Belevan: […]
Alexis Iparraguirre: En
realidad la pregunta por el compromiso político es una pregunta que suena
fuerte desde hace cuarenta, cincuenta años… personalmente la escucho más de
veinte años, pero vive en los libros –imagino- desde que el siglo XX empezó,
probablemente antes. Es una pregunta que ninguna persona que escribe se hace
hasta que tiene que dejar la comodidad del escritorio y salir a combatir al
mundo. En mi caso, fue salir a trabajar a espacios distintos de la universidad
en que estudié, donde solo me había
dedicado a la vida académica. En otras universidades, en foros distintos, me
ocurrió casi de inmediato que me preguntaran: “¿Y tú, de qué partido eres?”
Naturalmente no soy de ningún partido. “No, pero tienes que ser de izquierda”.
Y yo dije “¿Pero por qué?”… Yo sí creo
en la justicia social y esas cosas probablemente porque también soy católico y
los católicos –por lo menos como católico cultural, porque no soy nada
practicante- sí somos afines con las ideas de solidaridad, con los valores de vida comunitaria y con el compromiso social que predican las
izquierdas. He oído con frecuencia que esta declaración de afinidad es
insuficiente para quienes les reclaman a los escritores con autoridad normativa
algún tipo de definición política. “No, no, no, compromiso ideológico”, piden.
Incluso sé que, fieles a la ideología que han destilado como la más lúcida,
reflexiva y coherente con ideologías de izquierda, existen círculos de
escritores que piensan que la verdadera literatura peruana debe hacerse en
quechua o en una variedad del castellano andino que algún poeta iluminado
tendrá que escribir en algún lugar de la sierra. Y sé que esos escritores,
y los críticos que los acompañan, están
dispuestos a negarle todo a los que no piensen así, pero todo. Curiosamente,
hay otros que piensan que está bien que el escritor, generador de discursos
artísticos, no tenga ninguna posición,
pero que naturalmente a la hora de presentarse públicamente para opinar tiene
que declarar su lealtad hacia los valores de statu quo, es decir, que apoya al
presidente de la República, que la economía va por el camino correcto y que, finalmente,
todo está bien y que el Perú avanza. Ninguna de estas posiciones –la del
faccioso y la del adulador- me parecen actitudes dignas de seguirse. Sin
embargo, da igual. Sabemos que existen una serie de clasificaciones y pleitos que contraponen escritores, las más
de las veces sobre la base de viejas cuentas personales antes que por motivos
políticos. Ello en lo particular no me interesa. No obstante, no deja de ser
curioso que, en un medio cultural tan lleno de carencias, para pertenecer a una
comunidad letrada cada vez más devastada por los vicios frecuentes de nuestra
educación, sea necesario estar en algún tipo de bando. Caray, a la educación
peruana y a las letras le ha ido tan mal en los 80 y en los 90 que ¿vale la
pena seguir perteneciendo a bandos que, pretendidamente, la han encabezado o
dirigido? ¿Hay razones para pensar que se es mejor, de alguna forma, siendo de
un bando o del otro? Ninguna. Pero también creo que todo escritor, y cualquier
persona, tiene el deber y la obligación de pronunciarse sobre aquellas cosas
que considera benéficas, preocupantes o dañinas en su país. Reivindico en este
punto el natural derecho de un escritor a ser un ciudadano cualquiera. En lo personal, algunas cosas me interesan
sobremanera. Me interesa que no se depreden los bosques de la Amazonía –puede
parecer muy naif, pero me interesa por extensas razones-; me interesa que a
nadie le interese la manera brutal cómo cambia todos los días el clima en Lima,
un tema con seguridad vinculado al calentamiento global, el que no parece ser
tema a tratar en ningún plan de gobierno de quienes por estas fechas
candidatean a presidente. La agenda ecológica, me interesa. Me interesa que se
mate a gente eventualmente sin respetar la ley… eso no debería pasar de ninguna
forma. Si tuviera que suscribir alguna acta de principios diría que
borrosamente liberal en el sentido más positivo y amplio de la palabra liberal.
Pero si tuviera que elegir entre ganar más plata o proteger los derechos de
alguien, definitivamente elijo proteger los derechos de alguien porque no me
gustaría que violaran los míos –la plata a lo sumo me pone un poquito más
contento, pero derechos violados entristecen a todos en nuestra más profunda
dignidad. Eso es lo que tendría que decir. (Aplausos).
Pedro Félix Novoa: Quisiera
empezar con unas palabras de Sartre “Cada hombre es lo que hace con lo que
hicieron de él”. Como ya lo dijeron los más grandes escritores que he leído,
necesariamente, he estado construido o identificado con una clase social. Estoy
identificado con un pensamiento, como decía Iparraguirre, hay muchas
injusticias. No creo tener la pose del malditismo, un solipsismo ingenuo quizás
que me encubra, o como un ciudadano que está en una burbuja. Pero eso pienso
como ciudadano. He sido criado, educado en una educación no tanto comprometida
con idea o un bando como se dijo acá, sino con unos ideales sociales, ideales
de crítica. Me parece oscuramente fantástico que por ejemplo se olvide tantas
muertes, tantos asesinatos, tanta miseria en una realidad que nos aplasta el
cuello. Creo que como ciudadano estoy identificado con una postura no tanto de
compromiso con un bando pero sí con unas ideas, de justicia, de solidaridad. No
puedo dejar pasar tanta literatura que ha hablado sobre el tema tan visceral como
la guerra interna. Creo que vivo en Lima, esos bombazos, esos apagones no eran
producto de mi imaginación, existió. Creo que el escritor cuando se aproxima a
esto va a tener diferentes posiciones. Uno se arriesga a decir “Mira, soy una
persona que no tiene un color político”. Eso es más de lo mismo, me parece. El
ciudadano tiene que tener ideas con relación a un compromiso político con
ideales y consigo mismo. En ese sentido, necesariamente me identifico con este
tipo de ideas: justicia social, igualdad, etc. Ahora, como escritor creo
también, como alguna vez lo dijo Miguel Gutiérrez, tenemos que leer el arte. El
arte ya es distinto. Por ejemplo digo, “Chicos, he escrito un cuento sobre un
individuo que no le gusta ir al colegio, es un vago, y que a través de un
complejo sistema informático compra unos CD de música y el tipo tiene superpoderes, una cosa
puramente alucinante” y me divierto. Yo con la literatura me divierto. Soy
profesor de colegio también de universidad, veo que los chicos se divierten con
esto, que imaginan. Digo “¿Por qué no?”. En el cuento no vamos a encontrar un
discurso totalmente directriz, pero creo que si en caso me sale un cuento así
no tendría porque borrarlo, o rasgarme las vestiduras. Decir, “Yo soy de Lima
pero tengo mi casa, en fin, no prendo la televisión”. Yo creo que sí estoy
comprometido con una posición de crítica, como ciudadano. Algún día de repente
podría escribir algo con relación a un tema de esa crítica. No sé si lo pueda
hacer. Pero respeto mucho y aquí se ha hablado sobre una cuestión del gueto,
por ejemplo, ¿hemos leído a Sócrates Zuzunaga? Ese gran escritor que tiene un
lenguaje quechuizado como el de Arguedas; indiscutible heredero del autor de
Todas las sangres. A mí me parece fabuloso. Como yo escribo delirantes fantasías,
un tipo que se transforma en un cerdo con un artefacto alucinante, es su manera
de subversión al sistema y que la única manera que le queda es inmolarse. Pero
me sentiría deshonesto si les dijese que esa discusión entre compromiso y no
compromiso es un tema que ya sabe a viejo. No sabe a viejo, amigos, nos hiere.
Por lo menos a mí, como una persona que ha surgido de las clases bajas resulta
que necesariamente, como limeño, como peruano y como persona que ha leído desde
Mario Vargas Llosa hasta El principito, de pronto tenemos que Lima nos
convierte en unos ciudadanos distintos. Vamos a encontrar que frente a este
tipo de realidad, el escritor -como diría Virginia Woolf- nos queda el silencio
o nos queda la palabra. He escogido la palabra, he escogido escribir y de
repente me gusta eso como ideal y me parece que son ideales que mucha gente en
el Perú la tiene y la sigue. (Aplausos).
Hans Rothgiesser: He
apuntado algunas cosas que quería decir, no sé si saldrán en orden. Primero,
con respecto al tema del compromiso. Como les comentaba cuando hablé hace un
rato, mi otro medio tiempo estoy escribiendo sobre Economía, analizando la
realidad económica. Considero que mi compromiso social está ahí bien surtido y
ahí acabó. Sumido en la situación sobre la pobreza, sobre la falta de
educación, sobre la reforma del sistema nacional de administración de
justicia. Con respecto a eso, le quería
comentar -me parece que fue Alexis y Pedro-, cuando dicen “¿Quien está a favor de
la justicia?”, “Uff, todos”, “¿Quién está a favor de la educación?”, “Todos”.
Todos estamos a favor de la educación. El tema es cómo lograrlo, porque hasta
el juez más corrupto en su cerebro piensa que está haciendo lo que es justo
-para él-. Incluso a muchos de ellos, cuando los entrevistan, los encaran,
ellos manifiestan un sentimiento de que están sacando una tajada de algo que
creen que les corresponde. Entonces el tema no es principio de la justicia,
sino la aplicación práctica de esto y la educación. En ese aspecto es muy
importante la literatura, porque mediante ésta muchas personas van a formar sus
valores, sus principios y van a tener ejemplos o héroes a quiénes imitar. Ahí
creo que la literatura y lo que nosotros podamos escribir tiene un valor, una
utilidad, en la educación a la sociedad o algo por el estilo. A lo que voy es
que podría tenerlo, no necesariamente tiene qué. Con respecto a esto un amigo
que era técnico de cine, me contó una vez –ustedes saben que el cine antes era
con carretes y luego apareció la era digital y la industria que la hace mucho
más simple de lo que era hace veinte años- que tenía una profesión bien
específica y técnica que ahora ya no hace falta, escribió un guión emocionado,
él también quería ser director y lo llevó donde Lombardi, un director bastante
conocido y consagrado. Le dijo “Mira, tengo este guión, ¿qué opinas?”. Lombardi
le dijo dos cosas, primero tienes que meter una escena en la cual un policía le
pega a alguien… porque si no hay ningún elemento de autoridad abusando del
pobre peruano nadie te la va a financiar (risas) y se acabó la discusión. Esto
sucedió en los noventas, cuando esto era bastante presente. Tú veías una
película peruana y veías eso o tenía el raje de la aristocracia peruana, que
era el otro elemento presente en las películas peruanas. ¿Esto ayudó en algo?
Está presente en todas las películas. Quizás Yuyachkani ayudó bastante en crear
conciencia social, pero eso ayuda si lo haces bien, no si está por cliché,
porque tienes que meterlo o porque te lo piden…
Otra cosa que quería comentar es que… cuando Alexis comentaba de qué
partido es, la experiencia que tuve fue que me preguntaban hasta el cansancio
de qué equipo era. No soy de ningún equipo de futbol. Pero tenía un grupo de
personas que me perseguía ansiosa, fanáticamente para que defina de qué equipo
era. Había cuatro de Cristal, dos de la U, seis del Alianza. Me decían, “Dinos,
dinos que eres de Alianza y te vamos a proteger de los de la U”. Tenía 16 o 17
años, me parecía de lo más ridículo. Algo así pasa con los partidos políticos,
ahora ya no tanto… “¿Eres neoliberal?”, “No, no sé”. “Ah, entonces eres
caviar”. “No tampoco, no sé” (risas). Al final, los principios, los valores son
mucho más complejos que simplemente una etiqueta que uno pueda ponerse. En eso
estoy completamente de acuerdo. Otra cosa, no sé si ustedes conocen a un
historiador Luis Torrejón, que ha enseñado en la Católica, en la UPC, en la del
Pacífico, ha enseñado en todos lados, capísimo. Él me enseñó Historia económica
del Perú. Avanzó las clases, los temas y al final nos hizo una clase de la
música criolla. Nos demostró a través de grabaciones y de textos que la música
criolla nació al mismo tiempo, más o menos, que el tango argentino. Sin
embargo, uno va a la punta del cerro de Rusia y saben qué es tango y nadie sabe
qué es música criolla, ni siquiera a la vuelta de la región. Esto no es
casualidad. Lo que pasa es que los argentinos, por cómo está constituida su
sociedad, fueron fusionando el tango con otros estilos de música que fueron
llegando a Argentina. Nosotros en Perú le tenemos aversión a eso. Entonces la
música criolla hasta hace poco es exactamente la misma a la que se tocaba hace
muchísimos años en el bar, con la guitarrita y el cajón. Pero si alguien dice
“¿Y si le metemos guitarra eléctrica?”, lo ejecutaban al instante. Eva Ayllón
cometió el atrocinio de meterle música orquestada y fue criticada duramente por
los más fervientes defensores de la música criolla en su estado original. Y eso le hace daño al arte. El arte tiene que
irse mezclando, tiene que irse fusionando con otras especies, con otra cosa, de
tal manera que vaya manteniendo vigencia y siendo mejor para potras
personas… Mark Waid es otro genial
escritor de comics. A él le preguntaron qué se espera de un escritor. Él dijo,
“De un escritor no se espera que escriba. Eso está implícito. Sino para qué se
llama escritor. De un escritor se espera que lea un montón, que esté
constantemente leyendo, eso se espera de un escritor”... Sobre la Biblia,
casualmente a mi profesora de literatura del colegio alguien le preguntó,
“¿Profesora, por qué no nos ha recomendado un libro de cuentos fantásticos?”,
“Ah, yo tengo uno genial”, y sacó la Biblia. (risas). “Los mejores cuentos
fantásticos que he leído en mi vida”. Una señora de noventa años, creo. Efectivamente
cuando empecé a leer la Biblia -le hice caso- como si fuera un libro de
cuentos, una historia detrás de otra, sí, pues, son fantásticamente geniales.
Como dice Alexis: Moisés, él que está detrás y viene el faraón y se abre el mar
porque cree en Dios. Es como el libro de Harry Potter, que tiene que creer en
sí mismo, un poco más megalómano. Es la misma historia prácticamente… Hay un escritor de fantasía rusa cuyo nombre
no voy a decir porque no puedo, porque necesito muchos años de educación
bilingüe para hacerlo. El libro es Guardianes de la noche, un libro de fantasía
urbana moderno, terriblemente complicado, complejo y pesimista en el cual los
magos tienen que sacar un permiso, hacer un proceso burocrático, para hacer
magia. Si tú eres mago bueno te van a dar un permiso pero va a equivaler a que
un mago malo haga algo. Entonces si tú quieres sanar a tu abuelita, el
burócrata te dice, “¿Estás seguro? Porque si pongo el sello acá hay un vampiro
que se va a comer a tu vecino”. Entonces todo se va compensando. Todo lleva a
que nadie haga nada, ningún mago, ningún vampiro haga nada porque se compensa…
Que es un escenario terrible, porque equivale a tener un talento y no poder
usarlo. Gracias (Aplausos).
Iván Bolaños: Quería
comentar que hay una película Guardianes de la noche, una rusa, bastante
interesante… Me voy a apoyar en lo que dijo Hans y es qué se espera de un
escritor y es que escriba. Soy ingeniero industrial de profesión, escribo desde
hace ya varios años por el placer de hacerlo, por el gusto de escribir, para un
poco… diferenciando lo que es el escritor del ser humano. Como persona, los
valores que mencionaba Alexis y Pedro, la justicia, que se imponga la verdad,
que las personas sean consecuentes con lo que dicen, también estoy muy
interesado en eso, me importa mucho. Se me acaba de ocurrir que ante la
reformulada pregunta de Elton, quizás mi compromiso, la manera que logro
sentirme satisfecho como escritor, es que la editorial que me ha publicado
promueve un plan lector muy intenso en colegios a nivel nacional, lo que está
repercutiendo en una mejor comprensión de lectura por parte de los chicos.
Lamentablemente, muchos de ustedes lo saben, tenemos los niveles más bajos de
la región en comprensión de lectura y mientras eso no sea corregido, subsanado,
estos niños, cuando crezcan, van a perder muchas oportunidades, no van a poder
defender sus derechos, plasmar sus ideas, ser ciudadanos plenos y completos.
Por ahí va mi compromiso, mientras que con estos libros que pueden ser un poco
más entretenidos e interesantes de los que solían recomendar en los colegios,
los niños puedan mejorar su capacidad de lectura, habré contribuido de alguna
manera a mejorar la situación. (Aplausos).